sábado, 7 de diciembre de 2013

Los toros

La Plaza México es un de los recintos más grandes para la fiesta taurina a nivel mundial. Recuerdo que siempre había seguido las corridas por televisión, hasta que, gracias a uno de mis tíos pude presenciar una.

Hablar de la fiesta brava implica varios matices: uno de ellos es el creciente rechazo a su realización por parte de grupos en defensa de la vida animal, cuestión en la que no estoy en contra, pero en esta ocasión no voy a entrar en ese profundo detalle, aunque en realidad hablar de toros se ha vuelto más difícil que cuando hablamos de religión.

Para muchas personas yo sería lo que comúnmente se conoce como un 'Villamelón', pues la afición taurina si algo tiene es ser celosa. La mayoría de los asistentes son personas que año con año están en las corridas, que conocen del tema y que, además, cuentan con un lugar designado, conocen a quienes se sientan a su alrededor y de inmediato identifican a los nuevos espectadores.

Para una mujer, a la que le apasiona el arte taurino y, además es periodista, entrar en el ambiente que se vive en la Plaza México es una exquisita gama de historias: desde los puestos de comida, souvenirs, el 'chelero', la persona que anota en una libreta cada pase, el lugar en el que te tocó sentado, la gente de sol, la gente de sombra, su vestimenta, la puesta del sol, los chiflidos, la banda de música, el juez de plaza, el paseíllo, los trajes de luces, los picadores, el toro, los toreros, el clima, hasta el olor del puro que vuela con el aire.

Vivir los toros desde la barrera nos puede dar tela de dónde cortar, no importa si sabes mucho o poco, pero sentir como se te eriza la piel con cada ¡Ole! es una sensación casi indescriptible. No es indispensable tener un lenguaje totalmente taurino, pero si de verdad quieres disfrutar la corrida deberás informarte un poco al respecto.

 

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